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  PROGRAMAS CAFE A LA TURCA  30 de octubre de 2019
Editorial de Roxana Arazi 30/10/19
Después de las elecciones del pasado 27 de octubre en las que el Frente de Todos obtuvo el triunfo, y pese a que para muchos no fue con el porcentaje deseado (aunque aún falta conocer el escrutinio final), es tiempo de celebración. ¿Por qué no?.

Hoy, 30 de octubre, se cumplen 36 años desde que recuperamos en Argentina el derecho a votar para elegir a nuestros representantes. En 1983, un 30 de octubre, Raúl Alfonsín lograba ser electo por mayoría para conducir los destinos de la Nación, alcanzando el 51.75% del voto popular contra  40.16% de Italo Luder, el candidato peronista. Los otros dos candidatos más votados fueron Oscar Alende, del Partido Intransigente, con el 2.33% de los votos y Rogelio Frigerio, del Movimiento de Integración y Desarrollo, con el 1.19 %.

Alfonsín quería trasladar la capital de la Argentina al Distrito Federal Viedma-Carmen de Patagones,  en lo que llamó “Proyecto Patagonia y Capital”. Se acuerdan?? Alberto Fernández, Presidente electo, habló en una de las primeras expresiones de lo que llamó Democracia Federal, de instalar capitales alternativas en distintas ciudades del país, entre ellas acá en Bariloche. Será?? Es muy pronto para saberlo.

Ese 30 de octubre, 36 años atrás, recuperábamos la democracia en Argentina. Y pareciera que 36 años después, recuperamos la esperanza de fortalecerla…

El 27 de octubre de 2019 Argentina puso fin a 4 años de un gobierno nacional que cumplió a rajatablas su cometido. No me refiero a las  promesas de campaña de Mauricio Macri en 2015 cuando convenció a gran parte del electorado que pedía a gritos un cambio, aunque su pasar hubiese sido el mejor de los últimos 30 años, sino a lo que realmente llevó a cabo en este período que espero la historia se encargue de describir sobre hechos reales y verdades inapelables.

Con sus falsas promesas - y a cualquier archivo me remito -  Macri aseguraba “pobreza cero” (15,9 millones de pobres hasta septiembre de 2019 – INDEC -), “bajar la inflación a un dígito” (cerca del 300 % acumulado en 4 años – Analytica / C&T Asesores / Econviews/ etc), que “los trabajadores no pagarían impuesto a las ganancias” (la población afectada por este tributo aumentó un 66,4% en los primeros tres años de gestión Cambiemos) , la “construcción de 3000 jardines de infantes” (solo 3 en 4 años - CTERA - ), la “creación de trabajo cuidando los existentes” (se perdieron cerca de 200.000 puestos de trabajo y la desocupación trepó al 10,6 % a septiembre 2019), “poner en marcha créditos hipotecarios a 30 años a tasas accesibles” (en marzo de 2016, la UVA arrancó con un valor de $14,05, que equivalía al costo promedio de construcción de un metro cuadrado. Actualmente, el valor de la UVA es $42,48, un 200% más), “poner en marcha el plan de infraestructura más importante de la historia” (según datos de la Auditoría Interna de la Dirección de Vialidad Nacional - DVN - de 4000 km de Rutas Seguras, solo hicieron 6; de 2800 km de autopistas, hicieron solo 365), y prometió además la alegría del pueblo argentino como nunca antes, entre otras tantas “obras de bien”…

Sus mensajes de campaña estuvieron muy bien pergeñados para convencer a ese electorado que pedía un cambio; algunos con convicciones políticas cercanas a la fuerza política que finalmente gobernaría nuestra Nación, pero la mayoría por desprecio al “populismo”. No les importaba en lo más mínimo si el futuro presidente les mentía o si los afectaría de alguna manera, porque el propósito de esa parte de la sociedad también era otro: no permitir que siguiera conduciendo el país un gobierno que fomentara la igualdad de oportunidades. En resumen, que procurara nivelar hacia arriba.

Mauricio Macri no llegó al gobierno para cumplir esos objetivos que anunció en campaña. Los usó para disfrazar lo que en realidad buscaba: empobrecer a los sectores más desprotegidos, enriquecer a las elites cercanas a su estirpe y complacer las órdenes internacionales que pretenden un mundo para pocos. Eso lo logró y a las pruebas me remito… Y al resto de su electorado lo convenció haciéndole creer que su tez blanca, sus ojos celestes, sin necesidades  económicas y formado en escuelas privadas, eran características más que suficientes para que no robara… o para que no los perjudicara.

No soy analista política y seguramente en estas palabras tampoco esté expresándome como periodista, sino como ciudadana con derecho a emitir una opinión personal, desde las vísceras. Y me permito hacerlo porque estos 4 años los viví intensamente, como la mayoría del pueblo argentino, tratando de sobrevivir y resistir. Lejos estoy de pretender compararme con los cientos de miles (¿millones?) de compatriotas que  atraviesan situaciones de extrema gravedad como, por citar un ejemplo y muy doloroso, no tener un solo plato de comida al día en un país que produce alimentos para 400 millones de personas. No me faltó un plato de comida. Tampoco dejé de pagar mis impuestos. Estoy mejor que muchos, pero mucho peor que todos los años anteriores a la llegada de este gobierno al poder.

Después del triunfo del Frente de Todos el domingo 27 de octubre leo y escucho a muchos no estar  contentos con el resultado. Y entiendo. Podría repetir acá todos los porcentajes que la mayoría de los medios publicaron para reafirmar el triunfo - en el mejor de los casos - y para defenestrar el porcentaje del mismo en la mayoría porque, creo que a nadie escapa, los principales  medios masivos de comunicación, responsables en gran parte de este retroceso en Argentina, aún se niegan a aceptar que la billetera de donde sale el pago de los favores... se cerrará a partir del 10 de diciembre. Pero sería redundante. Como ya dije, prefiero hablar desde las vísceras.

Personalmente estoy  tranquila. Porque creo que si bien los próximos 4 años serán muy difíciles, tengo confianza en que hay un compromiso explícito del futuro gobierno de Alberto Fernández y Cristina Fernández, para intentar sacar nuevamente nuestro país adelante y  por sobre todo porque siento que existe un compromiso moral inevitable. Algo así como un pacto de honestidad y de buen desempeño para no traicionar la confianza depositada en las urnas, que  además  lleva consigo una carga de esperanzas, ilusiones, necesidad de creer, de tirar para el mismo lado. Que es el lado de la Patria Grande.

Dije que estoy tranquila. Me costó sentir alegría, pero no porque no lo merezca el resultado obtenido, sino porque,  como a muchos de Uds. les debe ocurrir también, me cuesta aceptar que un 40 % (punto más, punto menos) de los argentinos sigue eligiendo este modelo que desclasa, que humilla, que discrimina y que hasta me atrevo a opinar, extermina. Porque no son ni serán parte, excepto un  ínfimo porcentaje de ese porcentaje mayor. Y porque siguen votando desde el odio; ese que les nace de no querer que se nivele para arriba, sino todo lo contrario, que quienes estamos más abajo desaparezcamos. Por negros, por vagos, por cabezas, por grasas, por feos, por sucios, mal olientes, choriplaneros, borrachos, desprolijos, inmigrantes.  Como si estar - o pretender  estar por encima de… - los hiciera mejores personas.

Esas son  las diferencias que me separan personalmente de esa gente. Y esas son  las diferencias que considero existen entre el gobierno que ingresa y el que se va: que uno incluye a todos, aún a las minorías “exitosas”,  y que el otro excluye a todos, excepto a esas minorías exitosas.

Quiero que los Brian existan y que puedan ocupar el lugar que ocupás vos y yo. En definitiva porque quiero derechos iguales para todos y todas y porque definitivamente no creo ni acepto la meritocracia, un invento del capitalismo para que quienes más tienen tengan más aun y para que el resto no tenga nada. Porque su razonamiento es algo así como: “Vos no podés tener este celular, esta notebook, este auto, ni viajar, etc.... Solo yo y mis hijos podemos tener acceso a eso; yo soy superior a vos porque hice los méritos para poder tener estas cosas”.

 Sí quiero, deseo profundamente, un gobierno populista. Muy populista.  Irresistiblemente populista!! Porque populismo significa, ni más ni menos que construir política desde las diferencias como parte de la real democracia que, justamente, significa poder del pueblo.

Entonces me permito, además de estar tranquila, estar contenta. Porque se logró ganar en 1ra vuelta, pese a los medios hegemónicos y demoníacos, a los trolls, a los Duran Barba y al mejor equipo de los últimos 50 años.  El porcentaje no será el deseado, pero alcanzó para comenzar a respirar aires de esperanza!!!

Conclusión: ganó el Frente de Todos y perdió Juntos por el Cambio…. Lo demás es todo música.

Y entonces hoy… hoy bailaré.

 

Roxana Arazi



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