LA RUPTURA DE LOS LAZOS SOCIALES
En esta columna para "El Tren", programa que produce y conduce Daniel Osovnikar en FM Los Lagos, (101.9) de Villa La Angostura, provincia de Neuquén, el tema fue la ruptura de los lazos sociales en la era MIlei y los antecedentes que generaron situaciones similares a lo largo de la historia. (Texto y audio).
Creo que a nadie escapa que en estos tiempos, en medio de un clima social que está haciendo estragos y que se deteriora a pasos agigantados, la violencia entre pares, bien digo, entre pares (vecinos/as, compañeros/as de trabajo, en la familia, etc, etc.) y también entre no pares, así como la demostración de odio, son cada vez más frecuentes.
El lazo social se empieza a deteriorar y no vemos al otro/a como un semejante, sino como un enemigo/a.
Las estructuras partidarias como las conocemos hoy, los/as representantes políticos, los/las referentes, sindicatos, agrupaciones, etc, son responsables directos de este caos al que asistimos y al que vamos normalizando, lamentablemente. También los medios, y por ende periodistas, cada uno/a a su medida. Y dentro de este gran espectro, hay quienes dañan concientemente, por ser partícipes directos y/o por omisión.
Los lazos sociales rotos representan una crisis profunda en la estructura de nuestras interacciones, donde la alienación y la desconfianza se convierten en protagonistas.
Según el psicoanalista Jacques Lacan, el sujeto se construye en relación con el otro, y cuando esos vínculos se fracturan, surge una sensación de vacío existencial. Algo que me atrevo a decir, se vuelve sentimiento cotidiano en gran parte de la sociedad.
Como si fuese poco, las redes sociales han transformado la forma en que nos comunicamos y nos relacionamos, pero también han contribuido a esta ruptura. La posibilidad de expresar opiniones sin filtros - y sin sanciones - ha llevado a una escalada de discursos de odio y descalificación del otro/a.
Este fenómeno es analizado, entre muchos otros/as, por Slavoj Žižek, filósofo, psicoanalista y crítico cultural esloveno; director internacional del Instituto Birkbeck de Humanidades de la Universidad de Londres, quien sostiene que "las redes crean burbujas donde solo se refuerzan las creencias propias, fomentando el aislamiento y la intolerancia hacia otras perspectivas".
Para citar otros ejemplos, Byung-Chul Han, filósofo, teólogo católico y ensayista surcoreano experto en estudios culturales y profesor de la Universidad de las Artes de Berlín, muy difundido en estos años, en sus reflexiones sobre la sociedad actual considera que la “hipercomunicación” y la "hiperconectividad" no fortalecen los lazos sociales, sino que los debilita, a pesar de la percepción contraria. Y opina que "la sociedad actual, a nivel global, con su énfasis en la positividad y el rendimiento, crea una sensación de autoexplotación que impide la formación de relaciones significativas".
Susana Sternbach, psicoanalista y docente, recientemente publicó un análisis muy interesante también. Plantea que “el afecto predominante es el odio, según una lógica maniqueísta que fisura el lazo colectivo. Estas situaciones, que se extienden a enorme velocidad en distintos lugares del planeta, evocan el auge del fascismo en la primera mitad del siglo pasado. Causan estupor en muchos, un deja-vu inquietante; algo que, luego del Holocausto, parecía imposible. En todo caso, resulta impactante que este rumbo destructivo que se irradia de modo casi contagioso, cuente con el entusiasmo y el apoyo de buena parte de la población, en especial de los jóvenes. Y, sin embargo, bajo el formato democrático, habitamos una época en la que el odio, la crueldad, la manipulación, lo fake, se expanden dañando el lazo social. En nombre de la Libertad, claro. Y se pregunta, o nos interpela: ¿Viejos-nuevos mecanismos de dominación?. ¿Qué cadena se nos soltó? Por lo pronto, la de los vínculos sociales, la del lazo con los otros, aquello que nos liga como pares, como semejantes”.
En Argentina, la reciente condena a Cristina Fernández de Kirchner ha exacerbado las divisiones sociales, polarizando aún más un país que ya estaba fragmentado.
La figura de una líder, como es el caso de CFK, indiscutible más allá de las diferencias, según el psicoanalista Erich Fromm puede convertirse en un punto de referencia que aglutina o dispersa.
En este contexto la condena no solo afecta a una figura política, sino que también resquebraja la cohesión social y genera un efecto dominó que profundiza las grietas entre diferentes sectores de la población.
Y entonces esos lazos sociales debilitados, ya se tornan enfermos, casi al borde de la ruptura definitiva….
Podemos citar muchos ejemplos de ruptura de lazos sociales en la historia de la humanidad. No somos pioneros, aunque a veces creamos que también lo somos en esto, como si fuese un mérito argentino.
La Caída del Imperio Romano: La descomposición del imperio llevó a una fragmentación social y política en Europa, donde las comunidades se volvieron más aisladas y los vínculos entre diferentes grupos se debilitaron, facilitando el surgimiento de feudos y sistemas tribales.
La Revolución Francesa: Este evento marcó una ruptura significativa en las relaciones sociales, y generó enfrentamientos entre los integrantes de los diferentes estratos. O clases. La violencia y la radicalización llevaron a una desconfianza profunda entre los ciudadanos, afectando las relaciones familiares y comunitarias.
La Guerra Civil Americana: La lucha entre el Norte y el Sur no solo fue un conflicto político, sino que también fracturó la sociedad estadounidense, y generó divisiones raciales y económicas que perduran hasta hoy.
El Apartheid en Sudáfrica: Este sistema de segregación racial creó un abismo profundo entre diferentes grupos sociales, despojando a millones de sus derechos y fomentando una cultura de desconfianza y odio que tardó años en comenzar a sanar, tras su abolición. Pero aún hoy, tiene sus consecuencias.
Las Guerras Yugoslavas: A finales del siglo XX, la fragmentación de Yugoslavia resultó en conflictos violentos que destruyeron relaciones interétnicas, generando un legado de resentimiento y división que aún se siente en la región.
Y algo mucho más cercano:
La Pandemia de COVID-19: exacerbó, en este caso creo que necesariamente porque era una cuestión de preservar la vida, el aislamiento social que ya veníamos viviendo con las redes sociales, y afectó las relaciones interpersonales debido al distanciamiento físico y a las diferencias en las percepciones sobre la salud pública. Porque recordemos que no todos creen que ese aislamiento (ASPO) nos salvó la vida a millones de personas. Y no minimizo con esto lo que sienten quienes perdieron a sus familiares, amistades, sin siquiera poder despedirse.
En resumen, estos ejemplos ilustran cómo los lazos sociales pueden romperse por diversas razones políticas, económicas, raciales o culturales, dejando huellas profundas en la historia colectiva de la humanidad.
¿Cuál podría decirse que es el ejemplo más significativo de la historia, por ruptura de lazos sociales?
El Holocausto: Este aberrante hecho histórico no solo implicó la persecución y exterminio sistemático de seis millones de judíos, sino que también resultó en la destrucción de comunidades enteras, despojando a las personas de sus derechos, identidades y lazos familiares, muchos existentes desde siglos atrás.
El Holocausto fracturó profundamente las relaciones sociales en Europa, creando un ambiente de desconfianza y miedo que afectó a diversas comunidades. Las consecuencias de esta ruptura se sintieron no solo en el momento, sino que han resonado a lo largo del tiempo, generando un legado de trauma y división que ha influido en las relaciones interétnicas y sociales hasta la actualidad. Este ejemplo es emblemático porque ilustra cómo ideologías extremas pueden llevar a un colapso total de los lazos sociales y a una deshumanización sistemática del "otro".
Ahora bien: ¿por qué traigo esto a colación hoy, en esta columna? Porque en Argentina venimos viviendo esa ruptura de lazos sociales desde hace tiempo. Y se ha incrementado notoriamente horas atrás con la condena a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Amada y odiada, casi en la misma proporción.
Esta decisión judicial, de uno de los poderes que más ejercicio tiene en demostrar que jamás es independiente como debiera, tiene un impacto significativo en la sociedad argentina, exacerbando divisiones políticas y sociales.
Desde su condena, se han observado varios efectos en el panorama nacional:
Polarización Política: La condena ha intensificado la polarización entre los seguidores de CFK, que la ven como una víctima de persecución política, y sus opositores, que consideran que la justicia está actuando correctamente. Esta división ha llevado a un clima de confrontación en el que el diálogo constructivo se ha vuelto no difícil; prácticamente imposible.
Movilización Social: La condena ha provocado movilizaciones masivas a favor de CFK. Cientos de miles de personas han salido a las calles en defensa de su figura, convencidos de que se trata de un ataque a la democracia y a la voluntad popular. Esto, además, ha reforzado la organización política y social dentro de las organziaciones representativas del movimiento nacional y popular. Por otro lado, quienes la detestan, también se han movilizado, pero ya no de manera presencial y expuesta, sino con improperios, agresiones y hasta amenazas, pero a través de las redes y de los medios afines.
Refuerzo de Narrativas: La situación ha permitido que ambas partes (afines a CFK y opositores) refuercen sus narrativas sobre el estado del país. Para algunos, es una oportunidad para reafirmar su ideología; para otros, es una confirmación de sus temores sobre el autoritarismo.
En resumen, la condena a Cristina Fernández de Kirchner no solo ha tenido repercusiones legales, sino que también ha impactado profundamente en el tejido social argentino.
Y entonces, nos invito a preguntarnos: ¿cómo reconstruiremos esos lazos rotos, en países democráticos cuyos gobernantes gozan del consenso de las urnas y del apoyo de una parte de la población que los legitimó?. ¿Cómo sanaremos las heridas colectivas y recuperaremos la capacidad de conectar con el otro en un mundo cada vez más fragmentado?
Obviamente no tengo la respuesta. Ojalá alguno/a de uds sí la sepa y pueda compartírnosla. Pero si hay algo de lo que estoy segura, es de que este camino de ruptura de lazos no nos preservará como especie. Y que sin diálogo, sin empatía; si no fortalecemos las instituciones; si no conectamos entre pares, si no exigimos que se respeten nuestros derechos y garantías y, si no vamos a las urnas con convicciones, en poco tiempo los lazos los tendremos en los cuellos.
Roxana Arazi - 13 de Junio 2025
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