A un paso del abrazo, pero...
Dudé si hacer o no esta entrevista. ¿Serviría de algo visibilizar un hecho que está lejos en distancias geográfica pero más que nada en esas distancias que la burocracia se encarga de profundizar?, me pregunté varias veces antes de decidirme a hacerla. La respuesta fue: “quizás pueda llegar a oídos de alguien con poder de gestión”. Y entonces me decidí a conversar con Pauline, de quien omití su apellido al aire y también lo haré acá, por el solo hecho de no continuar exponiendo a las dos mujeres protagonistas de esta historia: una madre y una hija que nunca se conocieron. ¿Los escenarios? Líbano, Albania, Argelia, Palestina, Egipto, Argentina… que a decir de Pauline es en éste, nuestro país, donde se traba ese “abrazo que está tan cerca”. No es sencillo escuchar a esta vecina argentina y barilochense por adopción, oriunda del Líbano, que salió de su país luego de parir mellizos, un varón y una nena, los que le fueron arrebatados por su esposo - según su propio relato - en el preciso instante de salir de su vientre, un 6 de enero de 1991 en Argelia, donde residían hasta entonces. Soha (Estrella) es la pequeña que hoy ya tiene 29 años. Su mellizo aparece sólo en el comienzo de este relato sin identidad, como si la muerte que le tocó en desgracia le hubiese robado hasta el derecho a tener un nombre. La madre, Pauline, nunca tuvo contacto con ellos. Nacieron en un hospital e inmediatamente - siempre según relata - “le fueron arrebatados" de sus brazos por su “propio esposo”, a quien había desafiado negándose ante un exigente pedido de “abortar”. Salir del hospital le implicó llegar a su casa y encontrarse que “ya no tenía casa, ni esposo, ni hijos”. Años de búsqueda; de denuncias; de golpear puertas; de sentirse “devastada”. No logro comprender a medida que transcurre la entrevista cómo “nadie” la escuchó… Me cuesta imaginar una larga fila de puertas, todas cerradas con candado. Digo: las puertas de oficinas y las de los afectos. También me cuesta continuar conversando con Pauline. Se le cierra la garganta; aprieta las lágrimas que igualmente saltan desde el dolor más profundo… Pero continuamos. Hasta donde se puede. Hasta que los tiempos tiranos de radio nos impiden re preguntar o seguir profundizando para intentar, al menos, poner algo de claridad. Hace cerca de 7 años, su hija finalmente logró ubicar a quien le habían dicho desde pequeña que estaba muerta: su mamá. Fue a través de una computadora que hablaron y se vieron por primera vez. A Soha no le nacía naturalmente pronunciar la palabra “mamá”, y a Pauline no le alcanzaban las palabras ni los gestos a través de una pantalla para hacerla sentir su hija. Además acababa de enterarse que era abuela de dos nietas de quienes también desconocía absolutamente todo. Pauline rehízo su vida en Argentina, país al que dice “amar y respetar” porque le abrió sus puertas y conoció gente maravillosa y más aún porque aquí pudo formar su familia que incluye otra hija y una nieta más. Pero por algún motivo que sigo sin poder comprender, la vida no les está jugando a favor. Todo se presenta demasiado confuso. ¿Cuál podría ser el motivo que impide que Soha llegue a la Argentina a conocer a su madre y regrese a Albania, donde reside junto a su esposo e hijas?. ¿Por qué habiendo emigrado recientemente a Egipto junto a sus dos pequeñas y con el permiso explícito de su esposo, porque es en ese país donde hay una Embajada Argentina, y habiendo hecho todos los trámites necesarios para salir del país, no puede hacerlo?. ¿De qué manera una madre puede resistir saber que se encontró con su hija por primera vez en 29 años y que por más reclamos, gestiones, llantos, pedidos y ruegos, nadie le da una respuesta?. Es difícil escuchar a Pauline. Es difícil comprender. Aparecen gran cantidad de interrogantes a los que no logramos encontrarles respuestas. No está en mí poder ayudar sino desde este humilde aporte de ponerle voz a una historia que como ella misma dice “está a un paso del abrazo”, pero que encuentra aún hoy todo tipo de impedimentos para que pueda concretarse. Hoy no te invito a escuchar este podcast. Te pido por favor que hagas lo posible. Quizás, si somos más quienes prestamos atención, quienes compartimos este testimonio desgarrador… quizás, y solo quizás, llegue a oídos de quien pueda darle esa respuesta. Lo que sí se, es que si me impidieran ver a uno de mis hijos, llegaría hasta las últimas consecuencias… Roxana Arazi