"El pueblo agranda el idioma" - Oscar Conde
Entrevista exclusiva de Café a la Turca a Oscar Conde, poeta, ensayista y docente universitario, especializado en lunfardo. Desde junio de 2002 hasta noviembre de 2013 ocupó en la Academia Porteña del Lunfardo el sillón “Bartolomé R. Aprile” y desde diciembre de 2013 ocupa el sillón “Benigno B. Lugones”, que antes solo había ocupado José Gobello. Escuchar acá:
Oscar Conde es una de esas personas apasionadas por el idioma, con quien se podría conversar durante horas y horas. Y más aún si se trata del "lunfardo", ese mix de lenguas que fueron fusionándose entre las distintas corrientes inmigratorias de finales del siglo XIX y principios del XX que convivían en los conventillos, por la simple pero a la vez complicada necesidad de comunicarse con los otros.
Sería mucho tiempo después cuando a esas formas del habla popular se la identificaría como "lunfardo", término que deriva del gentilicio "lombardo" y que en sus comienzos se lo utilizaba como sinónimo de ladrón, en referencia a los habitantes de la Lombardía (Italia) a quienes en el siglo XVIII se los acusaba de usureros y prestamistas. Con el tiempo, lombardo derivó en lunfardo.
Actualmente existen unos seis mil (6000) términos dentro del vocabulario de esta expresión lingüística y, según la Academia Argentina del Lunfardo, se agregan alrededor de 70 cada año.
"Es el pueblo el que agranda el idioma", apreció Oscar Conde, una de las personas que más conocimiento tiene sobre esta forma de comunicación que, a pesar del tiempo transcurrido desde que comenzaron a aparecer las primeras palabras en lunfardo y del rechazo o falta de reconocimiento por algunos sectores, no solo no ha perdido vigencia sino que se enriquece de manera constante con nuevos términos que, en general, son creados e insertados por los jóvenes dentro de sus vocabularios.
En esta entrevista, Oscar Conde repasó los hechos históricos a través de los cuales comenzó esta forma del habla popular creada al margen del vocabulario oficial y a la que, así como ocurre con el lenguaje inclusivo que tiende a instalarse a pesar del rechazo generado por quienes se niegan a comprender y aceptar la dinámica propia que conlleva expresar nuestros pensamientos y sentimientos, se la conserva y enriquece permanentemente.
El lunfardo, del que la mayoría tenemos incorporados muchos vocablos, se ha convertido en un "hecho lingüístico" y en un irrefutable documento de la memoria viva de la historia de la Argentina que nos permite comprender cómo se conformaron los distintos grupos sociales y saber de dónde venimos para asumir quiénes somos.
“Canillita”, “afanar”, “bondi”, “laburo”, “malandra”, “matina”, “mina”, “pibe”, “pebeta”… ¿Quién no tiene en su vocabulario algunos de esos términos sin siquiera contemplar que forman parte del diccionario lunfardo?. Después de todo… a todos/as/es nos gusta también “chamuyar”.
Roxana Arazi