En Argentina parece que todo pasa por un “Boca – River”.

La Ley de Educación Sexual Integral (ESI), que existe desde el año 2006 y que no ha tenido severos cuestionamientos sino hasta ahora, parece no ser la excepción a  esta regla o estilo en el que nos acostumbramos a vivir. Lo que sí resulta extraño es que en los debates o intercambios de opiniones quienes se oponen a la educación sexual en las escuelas públicas y privadas, utilicen entre sus argumentos conceptos que están fuera de la ley o que son mal aplicados y hasta demonizados, como la “ideología”. Algo que en vez de considerarse como lo que es: el conjunto de ideas que caracterizan a una persona en su todo, se vuelve demoníaco y hasta como un insulto para quienes aceptan, visibilizan y se forjan en este concepto, como seres humanos. Poseer ideología, para algunos sectores, se ha convertido en sinónimo de algo malo, de algo que lleva a la perdición. Y en situaciones como ésta, hablar de “Ideología de género” genera, si no malas interpretaciones, al menos grandes contradicciones difíciles de explicar por quienes se oponen, de la misma manera que surgen conceptos erróneos cuando se intenta conocer qué significa la “sexualidad” para estos sectores opositores al conocimiento a través de la educación. Por momentos, y sin ánimo de ofender a quienes profesan distintas creencias, aparece como una verdadera confusión con lo que es el “sexo” de cada individuo.

Este domingo 28 de octubre de 2018, en distintas ciudades de Argentina, movimientos sociales, pero principalmente vinculados a los cultos evangelistas, marcharon para manifestar su rotundo rechazo a la aplicación de la Ley ESI en las escuelas privadas pero también públicas, bajo el lema “Con mis hijos no te metas”, por considerar que se pretende “imponer ideologias”  que no se condicen con lo que plasma la ciencia y particularmente la biología. Sin embargo  no expresan claramente que es su fe quizás la que más pesa para adoptar este tipo de posturas. Una fe que tiene fuerte arraigo en los preceptos de la Biblia y que no contempla, por cierto, que sus enunciados no les fueron consultados a nadie y que son impuestos sin derecho ni siquiera a repensarlos. Menos que menos, cuestionarlos.