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  INTERÉS GENERAL  27 de diciembre de 2018
Hacer música: que nada ni nadie avasalle tu deseo
El pensamiento musical en la mirada de Carlos Ravina, Fundador y Director del 1º Taller de Iniciación Musical del Camping Musical Bariloche

¿Qué es un pensamiento musical?. ¿Quiénes pueden estudiar música?. ¿Quiénes pueden dictar clases de música?. El aprendizaje musical, ¿es selectivo?. ¿Cómo nos enseñan música en las escuelas?. ¿ Por qué muchas personas se sienten excluidas en el acto propiamente dicho del aprendizaje musical?.

Seguramente, así como yo, algunos de Uds. se deben haber hecho estas preguntas u otras similares. Quienes se dedican a este arte, a los ojos de quienes gustamos de la música pero no nos dedicamos a ella, son privilegiados. Pero ¿necesariamente es un privilegio o depende mucho de la formación musical que recibamos en nuestra etapa educativa tradicional primero y luego en la profesional propiamente dicha?.

Carlos Ravina es Profesor Superior de Música egresado del Conservatorio Provincial de Música “Juan José Castro” (Prov. de Bs. As.), graduado en “Lute Performing” como A.R.C.M., Associate to the Royal College of Music (Londres, Inglaterra), y Diplomado Superior en Ciencias Sociales con mención en Psicoanálisis y Prácticas Socio – Educativas, por FLACSO Argentina. En Bariloche tiene una extensa y reconocida trayectoria en distintos establecimientos educativos y también como  Fundador y Director del Taller de Iniciación Musical (TIM) del Camping Musical Bariloche. Además, desde 1991, es miembro de la Fundación Bariloche. Su CV completo, sus aportes pedagógicos y artículos de divulgación, pueden apreciarse en: https://ravinacarlos.wordpress.com/cv/ .

Hace unos días, café mediante, conversamos sobre la enseñanza y el aprendizaje de la música. Carlos preocupado por algunos métodos excluyentes, por exigentes o por desmotivadores y yo porque jamás pude aprender nada de música, tras algunos frustrados intentos entre los que recuerdo mis clases de guitarra en las que, durante meses, lo único que se me enseñó fueron los acordes de “Zamba de mi esperanza”, y  una “apreciación docente” que me calificó como “Oreja de pescado”. Demás está decir que el docente de guitarra lo único que logró fue que abandone las clases definitivamente y que desprecie ese tema de Luis Profili, inmortalizado por Jorge Cafrune y por Los Chalchaleros y que es considerado la zamba más popular del folclore argentino, aunque  hoy – tomando distancia de aquellas clases de desmotivación - puedo apreciar y valorar, y que mi “oreja de pescado” me acompañe hasta el día de hoy sin siquiera hacer un intento superador para deconstruirme en ese aspecto.

Carlos Ravina quiere – intenta sin claudicar – que eso no ocurra. Que todos, desde pequeños, puedan disfrutar del aprendizaje musical porque, como él dice, “todos podemos aprender música”. Y entre sus palabras amables compartió conmigo una cita de la reconocida Psicopedagoga argentina Alicia Fernández, que aplica para cualquier materia que se dicte con la pretensión de que se aprenda: “Si los maestros pudiesen, a veces, dejar que sus alumnos escriban y usen el cuaderno para sí mismos sin necesitar corregirlos para legitimarlos… Si los maestros pudiesen reconocer en los cuadernos el valor de una escritura-testimonio de propiedad… Quizás entonces los adolescentes no necesitarían romper en pedazos sus carpetas y cuadernos, tapizando las calles de la ciudad cada final de año” (Pubertad y adolescencia en contextos actuales. Contribuciones psicopedagógicas”, julio-agosto 2008).

Desde mi ignorancia supina y desde mi autoevacuación de la formación musical, le pregunté a Carlos ¿qué cosa es un pensamiento musical?. Y su respuesta, amable y considerada,  y hasta adaptada pedagógicamente a mi adultez, se me hace necesario compartirla. Para que quienes, como yo creen que ya es tarde, para quienes están en el proceso de aprendizaje y para quienes tienen la inmensa responsabilidad de enseñar,  transmitiendo conocimientos pero, principalmente, incentivando para que la música, en cualquiera de sus estilos y a través de cualquier instrumento, sea aglutinante y no se vuelva elitista y excluyente.

Carlos Ravina: “Eso que llamamos música implica el uso de un lenguaje específico; asimismo, las obras musicales son discursos.  Fenomenológicamente, en el cuerpo que somos, respondemos al estímulo musical con sensaciones de pulsación, acentuaciones, aceleración y desaceleración, impulso, detención, ascenso, descenso, paseo por las regiones agudas, por las graves y todo lo que está entre ellas, meseta, cúspide, sima, exacerbación, distensión, expansión, contracción, espacialidad, certidumbre, incertidumbre, conclusión, suspenso, percibiendo muchas veces combinaciones de sonidos que parecen comportarse como personajes (aparecen, desaparecen, se repiten, se presentan disfrazadas, se entrelazan con otras, se trenzan en discordia…).

En el plano conceptual hablamos de  planos, alturas, intensidades, densidades, timbres, articulaciones, permanencia, cambio, variación, retorno, contrastes o gradualidades, secuencia, congruencia o disrupción, continuidad y discontinuidad, intercalación, secciones, motivos, frases, desarrollo, cadencias…, para mencionar sólo algunas de las configuraciones más obvias de una amplísima colección de ellas.

Para hacer música el músico juega con todo ello, enseñar a pensarlo es imperativo, tanto como enseñar a tomar conciencia de cada movimiento interno que ello suscita en el músico. Porque recién se es intérprete cuando se es capaz de administrar todo ello deliberadamente.

El pensamiento musical es precisamente la capacidad de discernir todos esos fenómenos tanto en sus dimensiones físicas como en sus representaciones psicológicas, tanto en su sustrato corporal como en las emociones que se asocian y tanto en su carácter de estímulo como en su condición de lenguaje, es decir, de enunciados proposicionales construidos según la lógica que dota de sentidos a esos fenómenos cuando se los combina para producir un discurso.

Nuestra intención es acompañar a nuestros alumnos en el proceso de desarrollar un pensamiento musical propio.

La tradición escolar argentina no incluyó jamás la habilitación del alumno para desarrollar su propia narrativa musical. Tampoco fue así en los trayectos de estudios superiores con excepción de las carreras de Composición Musical. A eso se debe que no haya docentes con los recursos apropiados para plantearse tal acompañamiento”.

Nuestra conversación continuó. Pregunté y re pregunté. Carlos no se molestó en ningún momento y tampoco sentí que podía incomodarlo, sino todo lo contrario. En ese instante yo estaba aprendiendo y  él supo enseñarme las primeras herramientas para comprender que la música, que nos acompaña desde el vientre cuando nos cantan mientras acarician las panzas,  puede y debe llegar a todos quienes deseen apropiarse de ella.  Nos despedimos. Pero cuando regresó a su casa, Carlos escribió y me envió esta reflexión a modo de ¿cuento?, que no quiero ni puedo quedarme sólo para mí. Estoy segura que con “Agus”, muchos podremos conmovernos y darnos otra oportunidad y, ojalá, motive también a quienes se dedican a enseñar música.

 

“AGUS QUIERE TOCAR LA VIOLA”

 

Agus quiere tocar la viola.

-Y por supuesto, a mí me interesa que Agus tenga ese espacio de pertenencia - le dije a Dolores.

-¿Y vos estás segura que eso lo va a interpelar?- replicó con su habitual racionalidad.

Le planteé la fuente en las manos y disparé desafiante -¿Y vos estás segura de que el solo hecho de estar entre pares no lo va a interpelar?.  Y me enfrasqué en pelar las zanahorias, lavar la lechuga, y remojar los tomates desecados. La cena se nos venía encima y las dos queríamos pasarla bien aprovechando que nuestros “teens” estaban de paseo con sus padres.

Tengo que confesar que Dolores a veces me irrita. Desde los años compartidos en el cole hasta hoy, un cariño entrañable nos acompañó durante nuestras carreras y proyectos de pareja tan disímiles. Pero hay momentos en que la agarraría de las mechas y le preguntaría si realmente me está escuchando a mí.

-Me gustaría saber preparar una ensalada tan rica en dos patadas, así como vos - me dice Dolores mientras vamos a la galería. -¿Sabés qué pasa...?,  yo realmente creo que una cosa son esos espacios propios de pertenencia, esos grupos que les garantiza estar fuera de los ámbitos regulados por adultos y muy otra las instancias de aprendizaje administrado a través del juego.

-¿Administrado?- la interrogo con ojos de lechuza. Dolores es muy académica para hablar pero aprendí a escucharla porque no usa palabras vaciadas de contenido. Y sé que me quiere.

-Y sí Sole. Pensá, una profe piola, o un profe, tanto da... para Agus mejor varón. Quiero decir, cada actividad está pensada como una oportunidad interrogante, algo que lo va a poner en situación de tener que hacerse alguna pregunta-

-Pero Dolores, ¡Agus tiene 16 años, no 30!-

-¿Y vos ya te olvidaste de todo lo que nos pasaba a los 16 flaquita?. ¿Te acordás de Celina, la de Filosofía?. Nos parecía recopada pero a fin de año no hubiéramos podido rendir un examen libre normal porque, en realidad, lo que hizo fue obligarnos a reflexionar, no a rezar textos ajenos. Te acordás que repetía todo el tiempo...

-Es pensamiento sólo si genera otro pensamiento- recitamos las dos súbitamente transportadas al aula de Celina donde pudimos preguntarle tantas cosas que en casa no nos atrevíamos a decir. Y la muy astuta jamás nos contestaba y a cambio nos relanzaba el mismo interrogante disfrazado. Nos miramos felices. Sí, Celina sí nos había escuchado y ahora empezaba a entender de qué me hablaba Dolores. Decidí que no la iba a agarrar de los pelos... esta vez por lo menos.

-¿Y será guitarra eléctrica lo mejor para él?- musité, entre pensando en voz alta y preguntándole a Dolores.

-Y... Javi toca guitarra eléctrica... ¿qué esperabas Sole?

-¡Dolo! Agus no es Javi.

-Agus quiere ser Javi siendo Agus... ¡pero el pichón no lo sabe todavía! A mí no me parece importante eso; si se engancha por ahí, por ahí tendría que empezar- sentenció muy tranquila.

-¡Dolo no te entiendo! Primero me decís que lo copado sería que el gordo haga música en un espacio administrado pedagógicamente y ahora me decís que no importa si elige la viola porque se identifica totalmente con Javi. Entonces... ¿dónde quedó eso del pensamiento propio?

-Mirá..., no sé, me parece que una cosa es con qué fantasía se monta en su deseo y muy otra lo que un profe piola sabe capitalizar con eso. El punto no es qué instrumento sino ¿para qué?.  Ya tendrá tiempo de elegir cuando haya entendido que una cosa es tocar y otra saber qué está diciendo cuando toca. El ingreso al conocimiento de la música como discurso viene una vez que el placer de tocar está garantido y no es avasallado por nada ni nadie.

-Me parece que nos merecemos un helado- propuse aliviada mientras nos levantábamos -¿salimos o lo pedimos por teléfono? (Carlos Ravina, 8/02/10 – Argüello – Córdoba)

 

Roxana Arazi



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