INTERÉS GENERAL 6 de enero de 2025 |
Morir de olvido |
*Fragmentación", obra de Ricardo Daniel Fuentes |
Una crónica y, en definitiva una nota editorial, en la pluma de Silvia Devalle Staki, activista de Bariloche, y "compañera" como le gusta identificarse, comprometida con todas las causas que requieren sumar voces y vencer las injusticias. El recuerdo, hoy, es para Yesenia Paredes. Si la conociste, vas a sentirlo en la piel. Si no la conociste, leelo y reflexioná. Quizás comprendas que es necesario escribir en su memoria...
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Escribo sobre el fallecimiento de Yesenia Paredes (cuyo cuerpo fue encontrado en su domicilio del barrio El Pilar de Bariloche el día 27 de diciembre de 2024, bastante después de su fallecimiento y aún se esperan los resultados de la autopsia ) porque puedo recordar que el dolor que acompañó su vida fue sin duda más grande que cualquier circunstancia que haya acompañado su muerte. Y escribo porque ella escribía, y las personas que escribimos nos reconocemos en nuestro miedo al olvido. Me gustaría ver su nombre más veces y en más lugares que la recuerden, pero empiezo a pronunciarla en la esperanza de inscribir una marca, una permanencia de su ser con el que nos podamos identificar. En estas horas en las que ninguna barbarie avergüenza necesitamos prestar atención a las miserias y crueldades que nos rodean. No debemos subestimar la crueldad. Las redes de contención que hoy nos quitan, minando la salud pública por ejemplo, acompañaron - casi desoladamente - la desesperación de Yesenia durante mucho tiempo. Y la perdimos porque esas redes hubieran sido más que suficientes si hubiesen estado a tiempo, por ejemplo, sosteniéndola al momento a maternar, en vez de tener que acompañar más tarde la herida irreparable que otras instituciones y otras personas provocaron. Quisiera pensar que su hija pronuncia su nombre en este momento porque creo que eso es lo que a ella le hubiera gustado. Quiero creer que no la olvidaremos y por eso mismo estaremos alertas de nuestros adultos mayores, nuestras personas solas en los barrios, aquellos a quienes hoy más que nunca amenazarán la ambición mezquina, el egoísmo atroz, el precio del alquiler que inspira bajezas extremas y el individualismo barato y tan de moda. Agradezco a quienes la buscaron y golpearon tantas puertas aunque finalmente la hayan encontrado sin vida, en este mundo que puede resultar tan horroroso cuando la soledad, el olvido y el abandono nos van ganando la pulseada. Mientras quién sabe a dónde llevaron su cuerpo para averiguar de qué murió, pienso en la hora de su muerte - que nunca sabremos - y en su nacimiento, que no podemos imaginar ¿Quién habrá elegido su nombre? ¿Con qué ilusión? ¿Fue tal vez su mamá que al verla hermosa y recién nacida pensó en darle un nombre que significara Yesenia no volverá al barrio El Pilar. No volverá a la Biblioteca Enfasis en el Papiro Dorado a acomodar sus palabras recién inventadas en las estanterías. No volverá a Camino Abierto a pintar con delicadeza de poemas las mañanas y a tejer alfombras voladoras que la ayuden a buscar a su hija desde el aire. Yesenia no volverá a ser motivo de temor de los extraños con su misterio y su lenguaje, mezcla de sánscrito y sonido de arroyo. Yesenia no volverá a recorrer interminablemente los pasillos de los juzgados y los salones de las instituciones pidiendo que la dejen ver a su hija una vez. Aunque sea una vez. Aunque sea para llevarla a tomar un heladito por única vez. No volverá a ser denunciada por otras madres por quedarse mirando jugar a las niñitas frente al tobogán del jardín de infantes. Yesenia no volverá a decirle a su vecinita de al lado qué linda que está, qué hermoso le queda ese moño, que le recuerda a su hijita. Ya no volverán sus aves, sus animalitos a esperar sus cuidados, ni sus palabras elegidas para ellos. Los que notaron su ausencia en el barrio y la buscaron dicen que ella nunca le hizo mal a nadie. Los que la empujaban de su casa hoy cuentan los metros cuadrados del terreno de su pequeño reino recién abandonado. Lo cierto es que Yesenia no volverá nunca de la crueldad que le arrancó a su niña y la juzgó como sólo puede juzgar la ignorancia. La ignorancia es obcecada y no le gusta dar marcha atrás. Por eso Yesenia murió sin haber vuelto a ver nunca más a la hija que le arrebataron hace como 20 años. Ese día empezó a morir y, mientras tanto, dió toda la belleza que pudo. Si alguien sabe dónde está su hija, díganle que su mamá le dejó cientos de poemas y la soñó todos los días, cada tarde, frente al tobogán del jardín de infantes. Silvia Devalle Stakí.
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