LITERATURA 5 de julio de 2020 |
LAS LIBRERÍAS IMPORTAN |
El trabajo de dar de leer
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- Busco un libro no muy caro. Algo que sea romántico pero no tanto, que tenga cero violencia porque se pone mal y poco o nada de sexo porque no le gusta mucho eso verlo escrito… no se si me explico; es como medio chapado a la antigua¿vió? - ¿Y sabe si le gusta algún autor en particular o sabe cuál es el último libro que leyó? - Si, tenía una tapa azul con dibujitos así como celestes …
Esta escena se repite a menudo en las librerías de pequeñas ciudades, de pueblo o de barrio. Es casi diaria. Esa persona va ahí porque necesita la complicidad de ese librero o librera para dar con el regalo, con el gusto de su regalado, de su mamá, de su papá, del amor de su vida. O con el suyo propio. Esa persona va ahí porque arregló que el libro va a estar dentro de tanto tiempo en ese lugar con olor a libro, con alguien del otro lado que le puso atención a su pedido y que se lo va a recordar si llega antes o después, probablemente hasta lo llame para avisarle si se consigue o no, cuánto cuesta y hasta es frecuente que se caigan bien y comiencen un vínculo amistoso. Seguramente te pasó, o te va a pasar. Esa gente que trabaja en las librerías es gente común, que le gusta leer pero no siempre puede leer todo lo que quisiera porque el trabajo que hay detrás del mostrador o en los estantes, aunque parezca que no, es mucho. Y desde los pueblos o ciudades alejados de la Capital, más todavía. Hay que hacer toda una ingeniería para que los transportes lleguen mas a menos a tiempo o que haya algún transporte que contacte las localidades y sobre todo, que cuando llegue cueste lo mismo que tiene que costar porque el libro tiene precio nacional, esto es, debería costar lo mismo en Buenos Aires que en Tartagal, en Dina Huapi o en Tierra del Fuego. Acá nos pasa siempre: el costo del valor del flete oscila entre el nueve y el quince por ciento de lo que nos debería quedar de ganancia. ¿A que viene esto?A que en estos días acuarentenados el click sobre la compu para hacerse de un libro les ha dado una sorpresa a mas de uno. Y también han visto que las reseñas que ocasionalmente se encuentran en los sitios de venta de libros no conforman para conocer de qué va el libro como para decidirte, no hay una voz amable y conocedora que te oriente, a veces no tienen ni siquiera la tapa del libro (u ostentan una oprobiosa foto de una tarjeta de memoria) ni te ofrecen alternativas similares coherentemente. Y por supuesto que el valor del libro que sale en la pantalla no incluye el envío y se caen sentados cuando llega el correo y les cobra acaso mas que el costo del libro mismo por esa tarea. Ni que hablar si quienes se suben a las principales plataformas de venta on-line son las editoriales mas grandes y pactan con esas plataformas las ventas directas por su intermedio. Una cosa es que no se pueda juzgar si eso está bien o mal y otra es que rompan el pacto tácito por cual somos las librerías las encargadas de canalizar esas ventas que, además, le ponemos el valor agregado de lectura previa y el consejo. En principio eso ya se había roto cuando empezaron las “cadenas” de librerías, espacios enormes llenos de títulos repetidos, re-lindo - si - el lugar, pero con escaso vínculo con el libro y sus contenidos y más con el consumo. De manera que no es de extrañar que aquellas que armaron estos circuitos (que ahora también están cerrando meticulosa y rápidamente) ahora también se sumen a estos circuitos de venta donde solo apelan a tu dedo que apreta prestamente la tecla “comprar” pero evitan activar antes tu sentido común y el respeto por los libros que te gusta leer. Y acaso no sabías. Ese trabajo que tiene que ver con la tecla es el que hacemos las librerías. Tal vez no lo sabías pero las librerías importan.
P/ Roberto Szmulewicz, Librería "El Profe" (Dina Huapi / Río Negro / Argentina), Premio: "Pregoneros 2019"
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